Salio un superclásico como lo habíamos planteado.
Dos equipos con muchos problemas de identidad, que no juegan a nada específico y aparecen y desaparecen dentro del mismo partido.
Boca sintió la presión de ser el que debía tomar protagonismo y fue superado por un River, que se tranquilizo casi enseguida con ese gol de Ponzio, que fue mas de Orion que del 5 de la banda.
Y River fue lo que siempre es, tesón, ganas de jugar bien, pero de manera descoordinada. Mora adelante, se puso el equipo al hombro y trato por todos los medios de desequilibrar.
Es cierto que las bajas sufridas por las lesiones del mellizo defensor y de Aguirre cambiaron el panorama del local, pero no el del partido.
Boca no jugaba, perdía los duelos y no parecía haber esfuerzo de los jugadores. Era como una actitud de no necesitar hacer el sacrificio, de arrogancia, de saber que si se lo proponían podrían sacar un resultado. Pero no parecían proponérselo.
Y en el segundo tiempo llego el segundo de River, y lo definió muy bien el jugador que más se lo merecía: Mora.
Con el resultado casi afianzado, el local dejo de jugar y quiso regular el ritmo hasta el final.
Pero el equipo de Almeyda no sabe hacer eso, no le queda bien, y se complico.
Llego el descuento de Silva desde los doce pasos y esa actitud arrogante que mencionábamos antes cambio por urgencia y cuando moría el partido, Erviti lo empato y dejo un olor a injusticia, pero también olor a que si Boca hubiese jugado desde el principio, la historia podría haber cambiado y mucho.
River no supo, Boca no quiso.
Dos equipos con muchos problemas de identidad, que no juegan a nada específico y aparecen y desaparecen dentro del mismo partido.
Boca sintió la presión de ser el que debía tomar protagonismo y fue superado por un River, que se tranquilizo casi enseguida con ese gol de Ponzio, que fue mas de Orion que del 5 de la banda.
Y River fue lo que siempre es, tesón, ganas de jugar bien, pero de manera descoordinada. Mora adelante, se puso el equipo al hombro y trato por todos los medios de desequilibrar.
Es cierto que las bajas sufridas por las lesiones del mellizo defensor y de Aguirre cambiaron el panorama del local, pero no el del partido.
Boca no jugaba, perdía los duelos y no parecía haber esfuerzo de los jugadores. Era como una actitud de no necesitar hacer el sacrificio, de arrogancia, de saber que si se lo proponían podrían sacar un resultado. Pero no parecían proponérselo.
Y en el segundo tiempo llego el segundo de River, y lo definió muy bien el jugador que más se lo merecía: Mora.
Con el resultado casi afianzado, el local dejo de jugar y quiso regular el ritmo hasta el final.
Pero el equipo de Almeyda no sabe hacer eso, no le queda bien, y se complico.
Llego el descuento de Silva desde los doce pasos y esa actitud arrogante que mencionábamos antes cambio por urgencia y cuando moría el partido, Erviti lo empato y dejo un olor a injusticia, pero también olor a que si Boca hubiese jugado desde el principio, la historia podría haber cambiado y mucho.
River no supo, Boca no quiso.